lunes, 10 de junio de 2013

Cuenta atrás

Dentro de un mes estaré trabajando. Seis millones de personas en este país serían felices al poder decir esta frase pero hoy a mi me roba la sonrisa. Y me siento fatal por ello, en los tiempos que corren, afortunado aquel que cuenta con un trabajo que permita sacar a su familia adelante. Pero no lo puedo evitar. Sé que es hasta políticamente incorrecto pero este blog es mi pequeño espacio de libertad así que...si no puedo desahogarme aquí, dónde hacerlo??

Estoy tristona, sí, un poco. Tampoco ayuda el hecho de que el tiempo aún no sea bueno y luzca el sol como debe, que mis problemas de salud, esos que respetaron mi embarazo y el nacimiento de Ali, hayan vuelto a hacer aparición y me tengan más flojilla de la cuenta, y que ese trabajo al que vuelvo (y al que tanto le debo, por otro lado) no sea el sueño de mi vida. Trabajo con gente estupenda y me siento querida y reconocida en la empresa, y soy consciente de que eso vale muchísimo, pero no me ilusiona, no me hace feliz. Se ha convertido en el medio para ganar un dinero cada mes que nos permite disfrutar de una vida tranquila y pagar nuestras facturas. El runrún del trabajo soñado, ese que te hace despertar entusiasmada y con energía cada mañana, ronda en mi cabeza desde hace tiempo, aunque eso será tema para otro momento.

Pero obviamente, lo que me hace estar más triste de volver al trabajo es separarme de la peque. Sé que son sólo unas horas al día y que ella va a estar fenomenal (se va a quedar con l@s abuel@s y su papi tiene unos días de vacaciones en agosto que sé que le va a dedicar por completo), pero se me hace difícil. Llevamos casi cinco meses juntas las veinticuatro horas del día, descubriéndonos, siguiendo el minuto a minuto de cómo crece y cultivando ese vínculo maravilloso que une a una madre y a su hija. Y es que creo que tengo yo más hijítis que ella mamitis, sin duda. 

En parte me siento egoísta por todo lo que os estoy contando, tengo un trabajo al que volver, mi vida es estupenda y tengo una hija fantástica con la que voy a compartir todo el día durante casi seis meses (sumando permiso de lactancia y vacaciones) mientras otras madres cuentan con las 16 semanas ramplonas -incluso menos ya que reciben ciertos 'comentarios y sugerencias' para que se incorporen antes por el bien de su carrera profesional-. Pues eso, que me siento egoísta pero los sentimientos no son fáciles de controlar (si alguien sabe cómo hacerlo, que hable ahora o calle para siempre!!!).

Sin embargo, hay cosas que siempre quedan. Esta noche metidas en la cama, justo cuando se ha quedado dormida acurrucada junto a mi la he abrazado y he besado su cabecita aspirando ese dulce aroma que desprende. Y me he dado cuenta que esos momentos no habrá trabajo ni separación que nos los puedan arrebatar.

Un beso y feliz semana

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